jueves, 10 de diciembre de 2009

Historia mafiosa. Segunda parte.

En un día de verano cuando hacía mucho calor, mis padres y yo estábamos en la terraza de nuestra casa de verano. Era la hora de comer, pero nadie quería moverse para preparar algo de comida. Mi madre me estaba haciendo trenzas africanas, mi padre leía un historia policíaca y de vez en cuando exclamaba: "te van a matar, idiota" o "que te maten ya".

De repente los tres oímos un tiro en la casa de los vecinos y un grito insoportable. Así gritan cerdos cuando les cortan la cabeza, lo sé.

"Le han matado", constató mi padre. Nos quedamos un momento sin palabras, sin saber que decir, como comentar lo que pasó. Y, además, el grito no era de un hombre. Los vecinos tenían una perra que en varias ocasiones había mordido a varias personas, así que a lo mejor alguien se venció y mató a la perra.

Al cabo de unos segundos, que nos parecieron una eternidad, vimos a mis dos amigas corriendo hacía nuestra puerta de entrada. Lloraban.

Salí para abrirles y vi que la hermana mayor estaba ensangrentada y la otra estada más pálida que la nieve. "Ayúdanos", dijo la segunda, a mi hermana se le explotó un mechero.

Llamé al hospital para que viniera una ambulancia. Les expliqué la situación y dije a donde ir y me contestaron que no se iban a meter en esto. El coche de mi padre estaba roto. Salí a la calle, paré el primer coche que pasaba, que, por suerte, era de otro vecino que nos conocía a todos. Fuimos a mi casa para recoger a las chicas.

Mi madre le estaba lavando la cara a la hermana mayor. Se veían granos de pólvora en sus mejillas, en su cuello. Faltaba la falange de un dedo en su mano derecha. En las rodillas tenía un bol lleno de la sangre que corría del dedo cortado. Estaba a punto de caerse desmayada, mi padre la sujetaba en la silla. La hermana menor lloraba sin parar.

Luego mi padre la cogió en brazos a la chica herida y la llevó al coche del vecino. Se fueron al hospital. Me quedé en casa, no cupe en el coche, fueron el vecino, dos chicas y mis padres. Pasé un buen rato pensando en lo que pasó después llamé al restaurante de la madre de mis vecinas.

Por la noche, cuando las chicas estaban ya en casa, oí gritos de su casa. El padre le estaba regañando a la hermana mayor: "Te dije que no tocaras nada en la estantería. Eres estúpida y por eso estás como estás".

El mechero estaba preparado para un competidor. La chica limpiaba la casa y vi este mechero. Como en esta casa nadie fumaba, se le ocurrió probar este mechero y, si funcionaba, regalárselo a un chico que le gustaba. Si ella fumara, se habría quedado sin cara.

Durante todo aquel verano me seguía preguntando si el dedo iba a volver a crecer. Le contestaba que no lo sabía hasta que un día me dijo "no va a crecer, no hay hueso".

4 comentarios:

  1. ¡vaya, pobrecilla tu amiga que no tenía culpa de nada y le tocó pagar por los actos de su padre!

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  2. ¡Pues no ha sido para tanto! De todas formas pobre niña. 'Y ella confiando en que su dedo podría crecer de nuevo! Si es que al final siempre pagan justos por pecadores...

    Es curioso que no quisiera venir una ambulancia, ¿era considerado un barrio problématico?

    ¡Un saludo y sigue escribiendo!

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  3. русофил, que va, era un barrio muy bueno y muy tranquilo, lleno de abuelitas de impecable reputación. el vecino era la causa, los médicos tienen que hacer un informe al llegar, si escriben que ha explotado una "bomba", tienen que denunciarlo como delito y llamar a la milizia, no querían meterse con el vecino..

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  4. Vaya historia ... es que no se puede vivir con mafiosos, además despues de leer tu relato creo que voy a dejar de fumar!!.
    Un saludo y sigue escribiendo historias interesantes.

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