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jueves, 31 de diciembre de 2009

Colección de postales navideñas

Antes de publicarla, os diré que en la URSS no se celebraba abiertamente la navidad. Hasta hoy en mi cabeza no hay fiesta llamada navidad. Sin embargo, el Año Nuevo era la fiesta principal del año, y la gente se felicitaba: "Año Nuevo, nueva felicidad!".


Aquí vemos todos los atributos rusos: Ded Moroz (Papa Noël) con su abrigo largo de tipo shuba y con zapatos de tipo valenki, un liebre con la gorra de tipo shapka-ushanka, la tetera llamada samovar y dos pájaros snegiri que suelen aparecer en invierno y se van en primavera. Todo un estereotipo.

Esta será del año del viaje famoso de Yuri Gagarin. Un orgullo nacional, y un motivo perfecto para joder a los EEUU. La guerra fría, que le vamos a hacer.


Alrededor del año 1980 empezó la gran construcción, bolshaya stroyka. Se construían ciudades enteras, se elevaban edificios enormes que ahora nos parecen tan feos. Así animaban a la gente. Prometiéndoles pisos a los obreros y imprimiendo postales temáticas.


El año 80, la olimpiada. Casi un año después en la URSS nació un montón de niños negros. En la URSS la palabra "negro" no tenía ninguna connotación negativa. Tampoco la tiene hoy. Sólo sirve para indicar el color, incluso si es el color de la piel de una persona. Nada más.

Para terminar, esta es la postal que no tiene nada que ver con la política. Estos dos son personajes de un dibujo animado, creo que el más popular de la URSS. Tom y Jerry, versión soviética. No me gustaba mucho, era bastante cruel.

¡Feliz año nuevo! Ano Nuevo, nueva felicidad!

PS: es una entrada programada, ahora estoy en un pueblo a más de 1200 metros de altura, sin ordenador, sin móvil, incluso sin televisión ni radio. Tengo quince libros y una chimenea llena de leña. Y un par de botellas de buen vino tinto. Volveré...

martes, 22 de diciembre de 2009

Educación rusa. Cuando los niños se aburren.

Disciplina, respeto, orden... Son cosas buenas, prácticas, pero cuando un niño tiene que estar sentado durante 40 minutos, casi sin poder moverse, el pobre se aburre. Un niño aburrido es un niño poco atento, incapaz de percibir información. Ni siquiera un adulto es capaz de estar atento durante más de tres minutos (por eso nos despistamos en las conferencias, cuando el discurso es largo y monótono), y los niños, pobrecitos... He visto estas miradas vacías, estos bostezos ahogados.

Por eso los adultos, que siempre pensamos que somos muy inteligentes, inventamos las recreaciones. En mis tiempos una clase duraba 40 minutos, luego empezaba una recreación de 10 minutos, y otra vez la clase. Para mantener el orden, los profesores inventaron las guardias. Cada grupo una vez al mes durante todas las recreaciones se ponía en los pasillos. El objetivo: tranquilizar a los niños aburridos. El guardia tenía el poder de parar al niño que corría o gritaba en el pasillo y hacerlo estar durante toda la recreación en la esquina más próxima.

Las esquinas en mi infancia era uno de los dos castigos más populares. Estar 15 minutos en la esquina cara a la pared era mi castigo personal por no haber comido la sopa del día. Otro castigo más famoso era el cinturón de cuero que dejaba marcas rojas en el culo.

En fin, cuarenta minutos sentado en la clase, recreación sin poder moverse, otros cuarenta otros diez, y al final llegaba el momento cuando se acababan todas las clases. Me cuesta mucho imaginar cuanto sufrían los vecinos de mi colegio, porque el ruido de 500 niños saliendo al mismo tiempo del edificio dejaban sordos a todos los peatones.

Los niños tenían sólo una asignatura para divertirse: el deporte. Eso sí, nos dejaba sin energía. Yo siempre he sido bastante débil y la única asignatura donde sacaba malas notas era el deporte. Tenía mala puntería (un día le dije a la profesora que tenía miopía y a partir de este día tengo miopía, aunque antes no la había tenido), no lograba encestar el balón cuando jugábamos al baloncesto, no podía trepar la cuerda. Me salvaba mi capacidad de correr. Corría mejor que todos y hasta hace poco participaba en los maratones. Los demás flipaban. Por fin podían gritar, por fin podían correr, por fin podían divertirse.

En mi niñez todos los niños se dividían en dos grupos: deportistas y empollones. Después del colegio los primeros iban a los facultativos deportivos: cursos de natación, fútbol, carate, ya sabéis, y los otros se dedicaban a leer en la biblioteca. Los dos clanes se reunián en pocas ocasiones, cuando hacía falta la fuerza de los primeros y la mente de otros. Eran días de septiembre, cuando todo el colegio iba a acampar en el bosque. Era una competición en varías categorías: canto, juegos deportivos, culinaria, concurso intelectual, concurtso artístico (donde teníamos que escribir un relato o un verso sobre el día) y otras, ya no me acuerdo de todo.

Luego se reunieron los dos clanes cuando empezó ella historia del ferrocarril infantil, pero no participé.

Y en invierno, clases de esquí, treinta niños con los esquís larguísimos (de campo, no de montaña), andaban en círculo bajo la nieve, temblando de frío y aprendiendo el vocabulario popular, que en todas las lenguas consiste principalmente en nombres de partes del cuerpo humano. Es allí dónde nosotros, los empollones, podíamos lucir nuestro nivel de educación explicando a los deportistas la diferencia semántica entre varios nombres de las mismas partes..

domingo, 20 de diciembre de 2009

Educación rusa. Disciplina y relaciones entre profesores y alumnos.

El primer día que fui al colegio (odio cuando dicen "al cole", tampoco me gustan "el bibe, la pupa, y todo este lenguaje infantil usado por los adultos) llovía a cántaros. Como me lo imponía el código escolar, llevaba puestos un vestido de lana de color marrón, un delantal, zapatos y puñetas (¿de verdad se llaman así estas cositas tan bonitas que nuestras abuelas llevaban para salir los domingos?) blancos, una mochila enorme, y, lo más importante, me coronaba un lazo blanco que me podías servir de paraguas, así era de grande. Eran las 8 de la mañana, tenía sueño y frío, y, además, me dieron un ramo de flores que olían mucho y me hacían estornudar cada dos por tres. Total: no me gustaba nada. Bueno, el delantal, sí, era bonito, pero era algo insoportable estar casi una hora de pie con las manos ocupadas y bajo la lluvia escuchar discursos de adultos aburridos. Me alegré un poco cuando al final nos invitaron a entrar en el colegio y nos acompañaron hasta la aula que tenía que convertirse en nuestro segundo hogar durante los siguientes tres años.

Nos sentamos en las mesas, y una señora alta nos dijo que era nuestra maestra y que se llamaba Elena Grigórievna y nos explicó las reglas básicas.
1ª: a los profesores se les dice "usted" y se les llama por el nombre completo.
2ª: todos se sientan en pares: una chica más un chico, se sientan rectos con las manos cruzadas en la mesa.
3ª: durante las clases no se dice ni una palabra sin levantar una mano recta.


(primera foto - posición correcta, segunda foto - posición incorrecta)

Nos dieron un libro. Para mí un libro siempre ha sido una cosa sagrada, misteriosa, así que recibir un libro nuevo la primera cosa buena del día. Lo abrí y mi sonrisa desvaneció. Era el abecedario.
- Discuple, Elena Grigórievna, - levanté la mano. - ¿No tendrá usted otro libro? Verá, ya he leído éste y no me pareció muy divertido. En realidad, es para los niños pequeños.
Tenía 7 años y estaba locamente enamorada del niño estrella de Oscar Wilde (sin saber la importancia de este cuento en el mundo literario. Luego, elegí este cuento para mi proyecto de fin de carrera, hice mi propia traducción al ruso y obtuve la mejor nota. Hace poco releí mi traducción y me quedé sorprendida por la pésima calidad de mi trabajo).
- Verás, pequeña, - me contestó la maestra. - Otros niños no han leído en abecedario aún, por eso tienes que aguantar un poco hasta que lo lean.
- ¿Cuánto?
- Un año, me temo.

Decidí irme a estudiar con otro grupo, que ya estaban leyendo otras cosas. Hice que mis padres hablaran con el director, pero no me lo permitieron, así que me aburría durante todo el primer curso. Me divertía ayudando a los demás, corrigiendo sus errores antes de que lo hiciera la maestra y soñando del niño estrella mientras. Fue cuando aprendí la cuarta regla:
4ª: si te aburres demasiado, siempre puedes levantar la mano y salir al servicio. Mientras sales, puedes ir a la cafetería y comer un pastelito allí.

Con el tiempo las reglas se hicieron menos estrictas. Ya levantábamos la mano como el niño de la foto, no estábamos sentados tan rectos, pero seguíamos diciendo usted a los profesores, nos levantábamos si otro profesor entraba o cuando empezaba y terminaba la clase, y, lo más importante, seguíamos teniendo mucho respeto a los profesores.

No se permitía hacer ruido en los pasillos, no se permitían chicles (en la URSS sí, habían chicles de tres sabores: café, menta y fresa), no se permitían juguetes. Más o menos en el año 1993 quitaron el uniforme (una verdadera lástima) y permitieron llevar zapatos con un tacón pequeño, usar un poco de maquillaje natural, pero quedaba prohibido soltar el pelo. Eramos rebeldes, íbamos maquilladas, llevábamos leggins y faldas mini. Fumábamos en la puerta del colegio, nos besábamos en las discotecas escolares que empezaban a las seis y terminaban a las nueve, pero jamás nos atrevíamos a faltarles de respeto a nuestros maestros y profesores.

Ya os conté la única vez que me atreví a rebelarme contra una profesora, pero estaba tan agobiada y sufría tanto de que me tratara mal, que para mí ya no quedaba otras opciones.

Tambíen tengo que decir que en los años 90 ser un profesor era un sinónimo de ser un perdedor. A los profesores les pagaban tan poco, que la mayoría prefirieron vender cosas en el mercado que seguir dando clases. De los que quedaron, ninguno intento demostrarnos sus frustraciones. Seguían siendo buenos profesores, y buenas personas.

En la siguiente entrada de mi blog hablaré de facultativos, actividades extraescolares y de todas estas cosas que les gustan a los niños.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Subbotnik hoy

La idea de subbotnik siempre me parecía muy buena. Fue Exupery quien dijo: "Cuando por la mañana uno termina de arreglarse, hay que hacer cuidadosamente la limpieza del planeta".

En primavera la gente rusa se despierta, se pone ropa de colores alegres, abre las ventanas de sus casas para dejar entrar aire, empieza a sonreír. Cuando se derrite la nieve es cuando se despierta la tierra de nuestro país. Se despierta sucia, llena de botellas rotas, papeles mojados, condones usados, bolsas de plástico.

Hoy toda la limpieza es trabajo de los inmigrantes de Uzbekistan, Kazakstán, Tayikistán y otros países de la ex Unión. Pocos rusos trabajan limpiando calles, los sueldos les parecen una miseria. Es difícil imaginar que hace unos 20 años la gente podía reunirse un sábado para recoger todo lo que se había acumulado, y, además, hacerlo gratis y con buen humor.

Me pregunta Pусофил si todavía celebran los subbotniks en las universidades. Pues sí, pero ya nada es igual. Me acuerdo, cuando hacía mi primera carrera, un día vi un cartel invitando a toda la gente a participar en este acontecimiento. Teníamos también como prácticas trabajo en el campo. Todos los estudiantes en ambas ocasiones trajeron cartas que decían que por motivo de trabajo tal y tal persona no había podido participar... blah-blah-blah. Nuestros padres se dedicaban a escribir estas cartas y poner sellos de las empresas donde trabajaban. Sólo fueron los que no tenían la oportunidad para hacer una carta. No queríamos mancharnos las manos. Sí señores, así de fácil. Es una buena tradición pero que alguien más la siga.

Sin embargo, me gustaría que la tradición volviera. Antes no había tanta basura en las calles, porque la gente valoraba el labor de los limpiadores. Ya no, ya se ríen de los basureros, escupen en el suelo, y al ver a un pobre inmigrante con una escoba de hierro, tiran el cigarrillo justo bajo los pies del limpiador.

La última parte de la historia mafiosa se retrasa hasta mañana. La culpa es de la película "Roma", ya me quedan 5 capítulos. De allí he aprendido que la palabra rusa zar es una forma cambiada de la palabra latina César. ¡Buen fin de semana!

PS. Acabo de darme cuenta que hoy se celebra el día de la constitución rusa. Pues, tengo una pregunta para mis lectores españoles: ¿qué sentís el 6 de diciembre cuando se celebra el día de la constitución española? También tengo una pregunta para mi lectora rusa Elena (o si hay otros lectores rusos, a ellos también): ¿este día tiene alguna importancia para tí? qué sientes?

Y no es ninguna provocación )))

viernes, 11 de diciembre de 2009

Mi ciudad hace años

He encontrado varias fotos de mi ciudad en la red. Me gustaría que las veáis.
1_____1978___________________________________
1 (o 9) de mayo del 1978. No entiendo muy bien si es una demostración de los trabajadores o el desfile militar. Por lo que veo, hay de todo. Me distraen los militares en la primera foto y me hacen pensar que es el día 9 de mayo, pero en la segunda foto hay retratos de Lenin, Marx y Engels, que me hacen pensar que es el día 1. ¿Qué opináis?

1_____1978_______________________________________

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El edificio blanco es el gobierno de la ciudad. En estos años mi padre iba a dormir allí durante las reuniones de la Partía (el Partido Comunista).

_quot___________quot___________1988____
1988, tres años antes de la desaparición de la URSS.

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El 9 de mayo de cada año los veteranos de la Gran Guerra Patriótica se reúnen para celebrar la victoria. Los jóvenes les regalan flores a todos.

Mañana terminaré la historia de mi vecino, os contaré como murió, que pasó con la mujer y que hacen ahora sus hijas.

martes, 8 de diciembre de 2009

Mi ciudad, ya que es una ciudad. Tercera parte.

Uno de mis lectores anónimos me citó la wikipedia:
La Conferencia Europea de Estadística de Praga considera como ciudad una aglomeración de más de 2.000 habitantes siempre que la población dedicada a la agricultura no exceda del 25% sobre el total. A partir de 10.000 habitantes, todas las aglomeraciones se consideran ciudades.

Así que mi pueblo es una ciudad de verdad, tiene más de 100.000 habitantes y la población no se dedica a la agricultura. Se dedica a la enseñanza. El lema de la ciudad dice "nosotros enseñamos volar a los aviones", y es pura verdad. Los aviones militares rusos se prueban en mi ciudad. Hay un tanto por ciento de habitantes que mueren probando aviones. He conocido a varios. Yo no sé mucho de aviones. Sé como vuelan, sí porque no se caen, pero lo que realmente me gustaría saber es porque a veces sí se caen aunque no deben. Creo que no soy la única a quien le interesa saber eso.

Pero iba a dedicar esta entrada al ferrocarril infantil. En mi ciudad desde hace 70 años existe un linea de tren donde sólo trabajan niños (de 11 a 17 años). Cuando tenía 11 años, todos mis amigos fueron a trabajar en el tren, todos, menos yo. Mis padres me lo prohibieron y cuando les dije que quería aprender algo interesante que me podía servir para algo en el futuro, me compraron un manual de inglés.

Es una carrera de 5 años, se supone que los alumnos practican en el tren o en las estaciones. Después de un par de meses de estudios casi todos mis amigos lo dejaron. Lo único que se permitía a los menores de 15 años era limpiar estaciones y vender billetes. Una desilusión horrible... yo, con mi manual de inglés (cabreada con los padres y llena de envidia) por fin pude decirles "suponía que iba a ser así, por eso no fui con vosotros". Creo que de todas formas es un proyecto interesante, cada verano que voy a Rusia, me doy la palabra de hacer un viajecito en este tren, pero hasta ahora no lo he hecho.



Era mala, y, además, protestona. A los 14 años hice que despidieran a una profesora. Hasta hoy estoy muy orgullosa de esta victoria. Era profesora de inglés y no me aguantaba. Cuando aprendí de memoria "adieu, adieu! my native shore" de Byron para una clase de lectura, me dijo que con un acento tan terrible no se podía citar a Byron. Cuando un alumno hacia dos errores, le ponía una nota buena y a mí, por la misma cantidad de errores, me ponía una mala. Si yo leía en clase, me decía que yo tenía que aprender a leer. Un día me sentí tan agobiada, que le dije que era una hija de puta y que las frustraciones de una tonta con bigote no tenían que convertirse en mis frustraciones. Me echó de la clase y me prohibió volver sin mis padres y sin el director. Fui al despacho del director y le conté todo lo que me había pasado. Me sorprendió mucho, pero el director me creyó. Vieron mis notas de inglés que eran muy, pero muy bajas, vieron las notas de las demás asignaturas que eran muy buenas y me hicieron pasar por un examen. Había tres profesores de inglés, el tutor de mi grupo, el director y un psicólogo. Aprobé el examen con la nota de sobresaliente. La profesora fue despedida.

Otros profesores me tenían mucho cariño aunque se cabreaban conmigo. Me encantada buscar errores en su trabajo. La profesora de literatura rusa nos dijo una vez que de toda la Unión Soviética, los mejores escritores son de la etnia rusa. La corregí que, por ejemplo, Nikolay Gogol era ucraniano, Shota Rustaveli era georgiano, Pushkin apenas era ruso por una simple razón - era negro. Me echó porque me atreví a discutir su opinión. En lo demás era una profesora buenísima que me enseño a escribir bien y me ayudó a publicar mis primeros relatos en un periódico.

La profesora de biología me echó porque la pregunte dónde en el póster del cuerpo humano se situaba el clítoris. De verdad me interesaba, tenía 10 años y cuando mis padres no estaban en casa, leía "Emmanuelle".

La profesora de historia me echó porque hice llorar a una compañera mía. Pero no fue culpa mía, la pobre me dijo que odiaba a los judíos y la pregunté si odiaba a Jesucristo también. "Como puedes comparar a Jesús con los judíos?", me dijo. "Porque era judío", la conteste, y se echó a llorar repitiendo "que no, era ruso!" La chica desde entonces tiene mucho cuidado con el nacionalismo y antisemitismo, a propósito.

También me echaban porque me vestía como me daba la gana, no recogía el pelo, y bostezaba durante las explicaciones del material nuevo. El día de mi graduación del colegio, los profesores lloraban. Espero que les daba lastima despedirse de mí.

PS: a finales de los años 90 al cura de la iglesia de Ramenskoye, lo echaron del trabajo. En su libreta profesional (cada ruso tiene su propia libreta donde se apunta la experiencia profesional) como motivo pusieron "profesionalmente inútil". Esto ya no es lo que vi, es lo que me contaron las abuelitas que trabajaban en esta iglesia cuando un día fui a ver como estaba todo.

Mañana y pasado mañana os contaré una historia mafiosa. La primera parte va a ser para todos, pero no recomiendo que las personas sensibles y mujeres embarazadas lean la segunda. va a ser un poco dura.

Gracias por vuestro apoyo, me da mucho ánimo ver que os interesa lo que cuento. Si os interesa un tema especial sobre mi país o sobre mi visión de España, preguntad. Si queréis corregirme o añadir algo a lo que escribo, bienvenidos.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Mi pueblo. Segunda parte

Mi pueblo fue construido en los años 40 del siglo pasado. Los viejos de allí dicen que lo construyeron los prisioneros militares de la guerra, pero no he encontrado la comprobación en los fuentes de información. Los edificios del casco viejo en su apariencia se parecen a los edificios que he visto en Alemania, y la arquitectura no se parece a la de la época de Stalin. Wikipedia dice que los primeros edificios aparecieron antes de la guerra, pero a mí me gusta más la versión popular. Es más romántica, aunque también es más cruel.

Hasta hace unos 15 años no había iglesias ni catedrales en este pueblo, las más cercanas estaban en un pueblo cercano y en Ramenskoye. La de Ramenskoye durante la guerra se usaba como almacén de armas. Luego la restauraron, mi padre participó en la restauración. Contaba que encontraron muchas armas en los sótanos y las tiraron todas al un lago cercano. El sacerdote de esta iglesia a principios de los años 90 vendía vídeos (reproductores VHS), no sé quien se los daba para vender. El primer vídeo que teníamos en casa, nos lo vendió él. Cuando le construyeron una dacha (casa de campo) a este sacerdote, pagó a los obreros en rublos. En billetes de un rublo, quiero decir. Para entenderlo un poco mejor, en aquella época un billete de un rublo era precisamente lo que daban los feligreses para la iglesia. Lo he visto, no lo invento ni es lo que me contaron.

En la misma época el mismo sacerdote le vendió otro vídeo a un familiar mío. El tío, vaya, de verdad era mi tío segundo, puso un cable de antena por todo el bloque donde vivía y cada noche a las 9 ponía películas de los EEUU. Con este cable todo el bloque se conectaba a ver estas películas. Cobraba una pasta.

En mi pueblo sólo había una tienda de regalos donde sólo una persona hablaba inglés a nivel how do you do? - five roubles - thank you. Esta señora ganaba más que todos por la propina que le dejaban los extranjeros (acompañados por los tíos de la KGB, por supuesto). Había un supermercado donde vendían embutidos de buena calidad (hecho de menos este sabor). En aquella época comíamos caviar. Nos lo podíamos permitir. Y, además, no estaba prohibido como ahora.

Pero lo mejor de mi pueblo era el ferrocarril infantil, el sueño de mi niñez. Os contaré este sueño en mi siguiente entrada.

También contaré porque los profesores me echaban de la clase y que injusticias sufría por la pasión por la belleza. Seguid leyendo...

sábado, 5 de diciembre de 2009

El recuerdo más dulce de la URSS

Muchos fines de semana mi padre y yo íbamos a un parque de atracciones. Mi madre trabajaba mientras, y sin ella lo pasábamos en plena armonía y paz. Mi padre era mi mejor amigo.
Los parques de atracciones rusos no son como los que veo aquí, agobiantes, llenas de gente y basura que dejan tirada por todos los lados. Allí, en mi primera vida, primero eran parques y luego de atracciones.
Paseábamos, charlábamos tranquilamente, soñábamos de mi vida futura (mi padre tenía muchas esperanzas), disfrutábamos del día.
Todo hasta llegar a un punto de venta de gaseosa.

Eran maquinas inmensas siempre con un vaso de cristal que se podía lavar en la misma máquina. No nos gustaba usar el vaso de todos. Siempre llevábamos uno plegable de plástico y nos llenábamos de gaseosa primero con jarabe dulce, luego sin. Sólo después de haber paseado un buen rato, de habernos hinchado de gaseosa hasta tener hipo, íbamos a las atracciones. Pasábamos un día entero en el parque y cuando anochecía, volvíamos a casa para guardar en secreto todas las vivencias de este día, para que fueran nuestros momentos de felicidad, nuestros y de nadie más.

Ya no hay estas máquinas, ya no está mi padre conmigo, pero mis dulces recuerdos seguirán vivos hasta que me muera yo. El parque de atracciones también sigue funcionando. Se llama Izmailovky Park de Moscú.

martes, 1 de diciembre de 2009

Hipocresía Mundial

Nací en un país donde idealogicamente no había pobres ni ricos. Nos decían que todos eramos iguales, que el individualismo era un pecado, que teníamos que compartir nuestros bienes con los compatriotas. Idealogicamente, sí. En realidad, pura y dura, todo era un poco diferente. La riqueza de los niños soviéticos se medía en chicles. Nuestros padres se dividían en dos grandes categorías: los que dictaban la ideología y los que la escuchaban.

Los primeros tenían pasaportes diplomáticos, es decir, podían salir del país (con la obligación de contar historias feas sobre el extranjero al volver, claro). De sus viajes traían chicles colorados con pegatinas, vaqueros americanos y zapatos deportivos blancos. En los años de mi adolescencia por una pegatina se compraba, por ejemplo, una colección completa de obras de Pushkin. Los vaqueros luego se vendían en el mercado negro por unas cantidades enormes de dinero. Tengo una carta que mi madre envió a su madre en los años 70 para pedirle permiso para gastar su sueldo mensual en unos vaqueros de campana increíblemente azules. Sé que tuvo el permiso. Mis padres eran de la segunda categoría. Escuchaban. Pero tampoco creían mucho. Así que al final mi padre se hizo diputado de la Duma Municipal del pueblo donde vivíamos. Para dejar de escuchar las tonterías de los demás y empezar a dictar él. Y también por que a los diputados se les concedían pisos municipales, aunque esto último no se decía en voz alta. Así fue la vida hasta el año 1991.

La caída del régimen fue tan rápida que de un día para otro perdimos nuestra patria, nuestro pasado, nuestra idea. Lo que antes se creía malo, se convirtió en bueno, y al revés. Ya no eramos todos iguales. Los nuevos rusos, todos los eramos por dejar de ser pueblo soviético y convertirnos en ciudadanos de la Federación Rusa, culpábamos al partido soviético de hipocresía y proclamábamos libertad, independencia, y autosuficiencia. No queríamos más hipocresía, queríamos echarnos para delante, con los ojos abiertos y corazones llenos de verdad.
Luego me tocó elegir la futura carrera y entre a una universidad donde se estudiaba traducción. Una de las asignaturas más importantes fue prácticas de inglés. Allí hablábamos de todas las cosas que nos interesaban, entre ellas de dinero. Me acuerdo del día cuando la profesora nos pregunto, que haríamos si encontráramos un millón de dólares en la calle. Me toco responder la pregunta. Lo gastaría, dije. Me compraría una casa bonita, empezaría a viajar para conocer el mundo, disfrutaría de una vida hedonista sin preocuparme de pan del día. La gente se quedó sin palabras. Estupefacta. Muda. Pasaban largos segundos de silencio hasta que la profesora dejó de mirarme como a una idiota y dijo: "No darías nada a los pobres?"

Había que ver la que se montó. Me reprochaban de egoísta, me explicaban que hay que compartir nuestros bienes, que mi posición era un pecado... Todo eso me daba una rara sensación de haberlo vivido antes. Esta gente que odiaba nuestro pasado que culpada los socialistas de hipocresía repetía las palabras de estos socialistas. Fue el momento cando decidí que el país no tenía futuro, que nada iba a cambiar, ni la pobreza de la gente, ni la mentalidad. Nada. Y aquel fue el momento cuando decidí que no me quedaría a vivir en este país.
Hace unos días hablé con un conocido español de nuestras posiciones políticas y, hablando de si mismo, él, entre todas las cosas que me contó, dijo que si una persona no es idiota, tiene que ser socialista. Me puse a reír. Dame por lo menos una buena razón para ser socialista, le dije. "Pues, hay que compartir nuestros bienes," contestó.

¿Con quién y por qué? Señores, para ayudar a un pobre que no ha tenido la oportunidad de levantar cabeza no hay que ser ni derecho ni izquierdo, basta con ser una persona normal. Pero no hay ningún motivo para compartir con un vago que no ha querido mover el culo para buscar pan, pero ha levantado otra parte de su cuerpo para hacer cinco hijos. Tampoco quiero que un nene que no haya visto en su dulce vida nada y que no haya tenido mayor problema que qué regalo comprar a su novia para el año nuevo, me indique que tengo que hacer con lo que he ganado trabajando. Por que todos sois hipócritas, vosotros, los que queréis compartir. No estáis dispuestos a pagar un billete de tren de cercanías a una señora mayor que dejó el monedero en casa. La miráis de reojo, para ver si se atreve a ir sin billete, pero sois demasiado ratas para gastar un euro en una persona que no sea vosotros.

Hipocresía mundial, este es vuestro diagnosis.

PS: Me molestó mucho lo que pasó en la Universidad, por eso sigo las vidas de mis ex compañeros desde lejos. Por lo que sé, dos gastan dinero en drogas, una chica en alcohol, las demás se casaron, tuvieron hijos. Ninguno comparte sus bienes.