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domingo, 13 de diciembre de 2009

Historia mafiosa. Tercera parte.

No sé cuando exactamente empezó el fin de la historia de mis vecinos. Puede que sea cuando no nos dejaron entrar gratis en una discoteca, puede que sea cuando se explotó una bomba artesanal en las manos de mi amiga, o aún más tarde, cuando se quedó embarazada la hija mayor, o cuando la madre de familia se buscó un amante, o cuando no pudieron hacer salir de la cárcel al padre.

Creo que lo más lógico sería empezar por el fin de mi amistad con las hijas del vecino. Siempre he sido más amiga de la hija mayor, por la edad. la hija menor tenía 4 años menos que yo, lo que en adolescencia tiene mucha importancia. Una chica de 16 no tiene mucho en común con una chica de 12, ya sabéis.

El 22 de julio del 2000, si me acuerdo bien de la fecha, siete chicos del pueblo se reunieron en una casa, compraron varias botellas de samogon (vodka casero), y decidieron pasar la noche bebiendo y diviertiéndose. Uno de ellos, antes de reunirse con los otros pasó por la discoteca del pueblo donde conoció a una chica. La invitó a la cena con sus amigos y los dos fueron a la casa, donde les esperaban otros seis chicos de 14 a 18 años de edad. Borrachos, hicieron beber a esta chica, y, como es fácil de imaginar, la violaron. Los siete. En el juicio cada uno de ellos insistía que él no la había tocado, que habían sido todos los demás menos él. La chica tenía 13 años.

Yo no conocía a la chica, pero sí, conocía a algunos de los chicos, y, como muchas personas en el pueblo, juré que no volvería a hablar con ellos. No cumplí mi palabra, os contaré porqué. Al día siguiente fui a la casa de mis amigas para hablar de lo que pasó. Me quedé boquiabierta cuando la primera frase que dijo mi amiga fue: "la culpa es de ella, no tenía que haber ido, sabía lo que la esperaba". Aquel día me peleé por la primera vez en mi vida con estas amigas, discutíamos a gritos, hasta que comprendí porque defendían a los violadores. ¿Lo comprendéis?

Tener un padre mafioso, que mandaba matar y que mataba, que probablemente hacía cosas peores, es algo que a su familia la hizo padecer el síndrome de Estocolmo. Admitir que eran criminales fue admitir que su padre era un criminal, no se lo podían permitir.

De los siete chicos sólo tres fueron a la cárcel. Uno se escapo, tres eran menores de edad. Mis amigas se hicieron muy amigas de los tres prisioneros, les escribían cartas, iban a visitarlos, hasta intentaron sobornar a la jueza. El padre les prohibía cualquier contacto con los chicos, pero el padre ya estaba perdiendo su autoridad, se sentía culpable por el mechero, unos de sus guardaespaldas que al mismo tiempo era su mejor amigo (si esta gente tiene amigos) murió un poco antes. Mi amiga me pidió que le diera mi dirección para que las cartas llegaran a mi casa. Negué. Me invitaron una vez a ir con ellas a la cita, dije que esto jamar ocurriría. Poco a poco se alejaron de mí hasta desaparecer por completo. Eramos vecinas, las veía por la ventana, las oía hablar, pero no nos veíamos más, apenas nos saludábamos si nos encontrábamos en la calle...

Seis meses después, en invierno, me estaba arreglando para salir con otros amigos, cuando la hermana mayor entró en mi habitación. Apenas entró, se deshizo en lágrimas. No tenía con quien compartir su dolor. Vio a su madre con otro hombre, su padre mandaba a matar a sus competidores y estaba claro que los clanes de estos competidores iban a vengarse, y, por último, estaba embarazada, porque un amigo de la prisión de quien estaba locamente enamorada, no quería usar condones. Prometí que le buscaría un médico con la condición de que dejara de ver a los violadores. "No eres más mi amiga," dijo. "No quieres que yo sea feliz, te odio". Encontró un médico con la ayuda de se tía.

En 2004 el amante-violador escapó de la prisión y se escondió en la casa de mis vecinos. Así empezó a trabajar para el mafioso, haciendo el trabajo más sucio y yendo de vez en cuando a la cárcel (el que hace el trabajo sucio es el que se declara culpable si el asunto llega a la atención de la milizia). En mayo de 2004 en un periódico de Moscú apareció el artículo que os voy a traducir.

Por respeto a la familia de mi vecino, por todo lo bueno que me hizo el mafioso (siempre ha sido muy bueno con mi familia), voy a cambiar el nombre y el nombre de este pueblo, aunque reconozco, que no es tan difícil de averiguarlo.

El caso escandaloso de la muerte de un bandido jefe llamado "Sokol" ha tenido un desarrollo macabro e inesperado. Como se sabe, el asesinato fue ejecutado con la ayuda de unos policías locales del municipio. Uno de los figurantes más importantes de este caso, el criminal llamado "Maestro" ha muerto en circunstancias misteriosas en una cárcel de la región de Moscú.

El líder de la banda criminal, el Maestro, empezó su carrera profesional como maestro de primaria y formó su banda con sus ex alumnos del colegio. Hace un año el Maestro y sus bandidos asesinaron a su competidor Sokol. Le mataron a tiros, llevaron el cuerpo en el coche del asesinado al campo y allí lo quemaron. El asesinato fue planeado y ejecutado con la ayuda de tres agentes de la milizia, cuyo papel fue obligar al Sokol a ir al encuentro con los bandidos del Maestro. En abril tres sospechosos de este caso, incluido el Maestro, fueron detenidos y encarcelados, donde revelaron la historia de su amistad con los agentes de la milizia.

En mayo nuestro periódico publicó un articulo sobre la conexión entre los agentes y los asesinados. Al día siguiente el Ministerio Público abrió un expediente de este caso, y este mismo día el Maestro murió en una cárcel de la región de Moscú. Según la versión oficial, murió de septicemia. Lo extraño de su muerte es que los expertos hicieron la autopsia solamente 24 horas después de la muerte, y no antes, como la ley obliga. Durante la autopsia detectaron un hematoma extraño en la nuca y marcas de asfixia - como si fuera cogido por el cuello y golpeado contra la pared o el suelo. La versión más probable es la venganza por parte de los amigos del Sokol. También es posible que el maestro fuera asesinado por miedo de revelar la historia completa de los agentes implicados de la milizia .

Dos días después del entierro del Maestro, su tumba fue destruida por desconocidos, las flores cortadas en trozos y el sepulcro roto.

La mujer abandonó la casa y se fue a vivir con su amante. La hija mayor se casó con el violador, tuvo un hijo, luego se divorció. Vive con su hijo en la casa de su padre. Hace poco la vi en la calle, su hijo jugaba con una pistola de madera. Estaba disparando a los peatones. La hija menor se fue a vivir a Moscú con una amiga, hace poco abrió un bufete de abogados. No quiere ver a su familia...

Puede que os parezca raro que yo tengo algo de respeto por el hombre, pero leyendo mi blog vais a entender porque. Digo que él ha hecho cosas buenas en su vida, y es verdad. Varias veces me protegió cuando yo lo necesitaba. Os lo contaré en el futuro.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Historia mafiosa. Segunda parte.

En un día de verano cuando hacía mucho calor, mis padres y yo estábamos en la terraza de nuestra casa de verano. Era la hora de comer, pero nadie quería moverse para preparar algo de comida. Mi madre me estaba haciendo trenzas africanas, mi padre leía un historia policíaca y de vez en cuando exclamaba: "te van a matar, idiota" o "que te maten ya".

De repente los tres oímos un tiro en la casa de los vecinos y un grito insoportable. Así gritan cerdos cuando les cortan la cabeza, lo sé.

"Le han matado", constató mi padre. Nos quedamos un momento sin palabras, sin saber que decir, como comentar lo que pasó. Y, además, el grito no era de un hombre. Los vecinos tenían una perra que en varias ocasiones había mordido a varias personas, así que a lo mejor alguien se venció y mató a la perra.

Al cabo de unos segundos, que nos parecieron una eternidad, vimos a mis dos amigas corriendo hacía nuestra puerta de entrada. Lloraban.

Salí para abrirles y vi que la hermana mayor estaba ensangrentada y la otra estada más pálida que la nieve. "Ayúdanos", dijo la segunda, a mi hermana se le explotó un mechero.

Llamé al hospital para que viniera una ambulancia. Les expliqué la situación y dije a donde ir y me contestaron que no se iban a meter en esto. El coche de mi padre estaba roto. Salí a la calle, paré el primer coche que pasaba, que, por suerte, era de otro vecino que nos conocía a todos. Fuimos a mi casa para recoger a las chicas.

Mi madre le estaba lavando la cara a la hermana mayor. Se veían granos de pólvora en sus mejillas, en su cuello. Faltaba la falange de un dedo en su mano derecha. En las rodillas tenía un bol lleno de la sangre que corría del dedo cortado. Estaba a punto de caerse desmayada, mi padre la sujetaba en la silla. La hermana menor lloraba sin parar.

Luego mi padre la cogió en brazos a la chica herida y la llevó al coche del vecino. Se fueron al hospital. Me quedé en casa, no cupe en el coche, fueron el vecino, dos chicas y mis padres. Pasé un buen rato pensando en lo que pasó después llamé al restaurante de la madre de mis vecinas.

Por la noche, cuando las chicas estaban ya en casa, oí gritos de su casa. El padre le estaba regañando a la hermana mayor: "Te dije que no tocaras nada en la estantería. Eres estúpida y por eso estás como estás".

El mechero estaba preparado para un competidor. La chica limpiaba la casa y vi este mechero. Como en esta casa nadie fumaba, se le ocurrió probar este mechero y, si funcionaba, regalárselo a un chico que le gustaba. Si ella fumara, se habría quedado sin cara.

Durante todo aquel verano me seguía preguntando si el dedo iba a volver a crecer. Le contestaba que no lo sabía hasta que un día me dijo "no va a crecer, no hay hueso".

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Historia mafiosa. Primera parte.

Como muchos niños rusos pasaba las vacaciones de verano en la casa de mis abuelos. Allí es donde tenía amigos de verdad, donde me sentía realmente libre y yo podía ser yo sin tener que hacer caso a mis padres y a mis profesores. Un verano encontré que la casa de un vecino, que siempre había estado vacía, se habitó. Los nuevos vecinos estaban construyendo una casa nueva, una casa enorme, de ladrillo en vez de madera. Eran jóvenes, como mis padres. Tenían dos hijas: una de 5 y otra de 6 años. Yo tenía 8.

Nos conocimos, y como algo natural les pregunté a que se dedicaban sus padres. La madre era directora de un restaurante, me dijeron. "Y vuestro padre?" pregunté.

- Es profesor, dijo una.
- Es conductor, dijo otra.

Luego se miraron y me dijeron "es hombre de negocios". A los 8 años me importaba muy poco a que negocio se dedicaba mi vecino. Era muy bruto, cambiaba coches cada mes, siempre iba rodeado de cuatro hombres, dos se sentaban en el asiento delantero (uno de ellos conducía), mi vecino se sentaba en el centro del asiento trasero, y otros dos hombres se sentaban a su lado. Gritaba mucho (luego supe que simplemente era un poco sordo) y le daba miedo a todo el mundo. La gente hablaba de él y no decía nada de bueno.

A mí no me caía mal. Apenas me hablaba, pero sonreía a veces, sus hijas eran buenas, la mujer era educada y siempre me invitaba a comer a su casa. De todos los amigos yo era la única a la que se permitía entrar. No sé porque tenían tanta confianza en mí. El marido no comía con la familia, siempre se le servía comida en un salón grandísimo y él comía con uno de los guardaespaldas, que era el más fiel.

Pasaban años y años, seguíamos siendo amigas con las chicas, entrar en su casa para mí era algo tan natural como entrar en mi propia casa. Me quedaba a dormir con ellas, pero eran noches sin sueño, porque el teléfono de la casa sonaba toda la noche y mi vecino hablaba en voz muy alta. Conocía a los guardaespaldas, bromeaba con ellos, jugábamos juntos al tenis de mesa o al billar.
Era algo natural estar en el salón de la casa hablando y ver como entraban cinco hombres con armas. Era natural volver a mi propia casa y ver a través de la ventana como llegaban coches de policía (milizia), de donde salían docenas de personas con máscaras y ametralladoras y se dirigían hacia la casa de los vecinos. Al día siguiente las chicas decían que su padre se había marchado de vacaciones. Nunca les hice ningún comentario sobre su padre.

La gente decía que tenían un pasillo en el sótano que llevaba de la casa hacia un escondite secreto. No vi ningún pasillo, ni laberinto, ni nada. Vi sacos de patatas guardadas para el invierno, vi muebles que ya no les servían, vi armas. Creo que si hubiera existido este pasillo, mi vecino no habría tenido que irse de vacaciones tantas veces. Sin embargo, las vacaciones no duraban mucho. Al día siguiente de su desaparición, se reunía el consejo de familia. Se reunía el dinero del clan y se elegía una persona para ir a hablar con el dueño del hotel a donde le llevaban a mi vecino. Solía salir al cabo de una semana o dos.

Yo aprovechaba mucho mi situación tan privilegiada. Si llamaba al taxi, no tenía que decir mi dirección. Decía "quiero un taxi a la casa de N." Sí iba a una discoteca con las chicas, jamás pagábamos la entrada. Además, ningún tío guarro se atrevía a tocarnos. Si aparecía alguien de otro pueblo que no sabía quienes eramos (eso sólo pasó un par de veces, ya que toda la provincia sabía quien era mi vecino), llamábamos a los guardaespaldas.

Cuando yo tenía 16 años, mis amigas - 14 y 13, el poder de mi vecino empezó a desvanecer. Me di cuenta de que la cosas ya no eran como antes cuando al entrar en la discoteca del pueblo, un hombre desconocido nos paró en la puerta y dijo "a pagar".

- Sabes, quienes somos? - le pregunto la mayor de las hermanas.
- Me importa un bledo, - contestó tranquilamente. - A pagar.

Así empezamos a convertirnos en simples mortales.

Mañana seguiré contándoos la historia de esta familia. Repito que la segunda parte va a ser dura, pero la voy a contar tal y como pasó. Si a alguien no le gustan cosas crueles, que no la lea.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Mi pueblo. Segunda parte

Mi pueblo fue construido en los años 40 del siglo pasado. Los viejos de allí dicen que lo construyeron los prisioneros militares de la guerra, pero no he encontrado la comprobación en los fuentes de información. Los edificios del casco viejo en su apariencia se parecen a los edificios que he visto en Alemania, y la arquitectura no se parece a la de la época de Stalin. Wikipedia dice que los primeros edificios aparecieron antes de la guerra, pero a mí me gusta más la versión popular. Es más romántica, aunque también es más cruel.

Hasta hace unos 15 años no había iglesias ni catedrales en este pueblo, las más cercanas estaban en un pueblo cercano y en Ramenskoye. La de Ramenskoye durante la guerra se usaba como almacén de armas. Luego la restauraron, mi padre participó en la restauración. Contaba que encontraron muchas armas en los sótanos y las tiraron todas al un lago cercano. El sacerdote de esta iglesia a principios de los años 90 vendía vídeos (reproductores VHS), no sé quien se los daba para vender. El primer vídeo que teníamos en casa, nos lo vendió él. Cuando le construyeron una dacha (casa de campo) a este sacerdote, pagó a los obreros en rublos. En billetes de un rublo, quiero decir. Para entenderlo un poco mejor, en aquella época un billete de un rublo era precisamente lo que daban los feligreses para la iglesia. Lo he visto, no lo invento ni es lo que me contaron.

En la misma época el mismo sacerdote le vendió otro vídeo a un familiar mío. El tío, vaya, de verdad era mi tío segundo, puso un cable de antena por todo el bloque donde vivía y cada noche a las 9 ponía películas de los EEUU. Con este cable todo el bloque se conectaba a ver estas películas. Cobraba una pasta.

En mi pueblo sólo había una tienda de regalos donde sólo una persona hablaba inglés a nivel how do you do? - five roubles - thank you. Esta señora ganaba más que todos por la propina que le dejaban los extranjeros (acompañados por los tíos de la KGB, por supuesto). Había un supermercado donde vendían embutidos de buena calidad (hecho de menos este sabor). En aquella época comíamos caviar. Nos lo podíamos permitir. Y, además, no estaba prohibido como ahora.

Pero lo mejor de mi pueblo era el ferrocarril infantil, el sueño de mi niñez. Os contaré este sueño en mi siguiente entrada.

También contaré porque los profesores me echaban de la clase y que injusticias sufría por la pasión por la belleza. Seguid leyendo...

sábado, 28 de noviembre de 2009

Rusos vistos por los demás

Nos reímos muchísimo hablando con los extranjeros. Somos nosotros quien cuenta sobre osos en la Plaza Roja, gorras típicas, frío que te pela, vodka etc.

La pura verdad es que yo nunca he probado vodka.