miércoles, 9 de diciembre de 2009

Historia mafiosa. Primera parte.

Como muchos niños rusos pasaba las vacaciones de verano en la casa de mis abuelos. Allí es donde tenía amigos de verdad, donde me sentía realmente libre y yo podía ser yo sin tener que hacer caso a mis padres y a mis profesores. Un verano encontré que la casa de un vecino, que siempre había estado vacía, se habitó. Los nuevos vecinos estaban construyendo una casa nueva, una casa enorme, de ladrillo en vez de madera. Eran jóvenes, como mis padres. Tenían dos hijas: una de 5 y otra de 6 años. Yo tenía 8.

Nos conocimos, y como algo natural les pregunté a que se dedicaban sus padres. La madre era directora de un restaurante, me dijeron. "Y vuestro padre?" pregunté.

- Es profesor, dijo una.
- Es conductor, dijo otra.

Luego se miraron y me dijeron "es hombre de negocios". A los 8 años me importaba muy poco a que negocio se dedicaba mi vecino. Era muy bruto, cambiaba coches cada mes, siempre iba rodeado de cuatro hombres, dos se sentaban en el asiento delantero (uno de ellos conducía), mi vecino se sentaba en el centro del asiento trasero, y otros dos hombres se sentaban a su lado. Gritaba mucho (luego supe que simplemente era un poco sordo) y le daba miedo a todo el mundo. La gente hablaba de él y no decía nada de bueno.

A mí no me caía mal. Apenas me hablaba, pero sonreía a veces, sus hijas eran buenas, la mujer era educada y siempre me invitaba a comer a su casa. De todos los amigos yo era la única a la que se permitía entrar. No sé porque tenían tanta confianza en mí. El marido no comía con la familia, siempre se le servía comida en un salón grandísimo y él comía con uno de los guardaespaldas, que era el más fiel.

Pasaban años y años, seguíamos siendo amigas con las chicas, entrar en su casa para mí era algo tan natural como entrar en mi propia casa. Me quedaba a dormir con ellas, pero eran noches sin sueño, porque el teléfono de la casa sonaba toda la noche y mi vecino hablaba en voz muy alta. Conocía a los guardaespaldas, bromeaba con ellos, jugábamos juntos al tenis de mesa o al billar.
Era algo natural estar en el salón de la casa hablando y ver como entraban cinco hombres con armas. Era natural volver a mi propia casa y ver a través de la ventana como llegaban coches de policía (milizia), de donde salían docenas de personas con máscaras y ametralladoras y se dirigían hacia la casa de los vecinos. Al día siguiente las chicas decían que su padre se había marchado de vacaciones. Nunca les hice ningún comentario sobre su padre.

La gente decía que tenían un pasillo en el sótano que llevaba de la casa hacia un escondite secreto. No vi ningún pasillo, ni laberinto, ni nada. Vi sacos de patatas guardadas para el invierno, vi muebles que ya no les servían, vi armas. Creo que si hubiera existido este pasillo, mi vecino no habría tenido que irse de vacaciones tantas veces. Sin embargo, las vacaciones no duraban mucho. Al día siguiente de su desaparición, se reunía el consejo de familia. Se reunía el dinero del clan y se elegía una persona para ir a hablar con el dueño del hotel a donde le llevaban a mi vecino. Solía salir al cabo de una semana o dos.

Yo aprovechaba mucho mi situación tan privilegiada. Si llamaba al taxi, no tenía que decir mi dirección. Decía "quiero un taxi a la casa de N." Sí iba a una discoteca con las chicas, jamás pagábamos la entrada. Además, ningún tío guarro se atrevía a tocarnos. Si aparecía alguien de otro pueblo que no sabía quienes eramos (eso sólo pasó un par de veces, ya que toda la provincia sabía quien era mi vecino), llamábamos a los guardaespaldas.

Cuando yo tenía 16 años, mis amigas - 14 y 13, el poder de mi vecino empezó a desvanecer. Me di cuenta de que la cosas ya no eran como antes cuando al entrar en la discoteca del pueblo, un hombre desconocido nos paró en la puerta y dijo "a pagar".

- Sabes, quienes somos? - le pregunto la mayor de las hermanas.
- Me importa un bledo, - contestó tranquilamente. - A pagar.

Así empezamos a convertirnos en simples mortales.

Mañana seguiré contándoos la historia de esta familia. Repito que la segunda parte va a ser dura, pero la voy a contar tal y como pasó. Si a alguien no le gustan cosas crueles, que no la lea.

4 comentarios:

  1. Hola: en una ocasión, una señora me contó todas sus vivencias de cuando pequeña. Me gustaron tanto, las cosas que contaba y la forma de contarlas, que escribí un libro. Te pongo aquí el enlace por si quieres verlo y descargarlo gratis. Te aseguro que puede servirte mucho para las cosas que cuentas tú en este interesante blog tuyo.

    Te leo y me gusta lo que escribes. Las vivencias de tiempos pasados, siempre son una gran fuente para escribir y una forma muy bella de transmitir cultura. Y si se hace con gusto y cuidando la forma de expresión, puede ser una gran experiencia.

    Gracias y saludos: JGómez

    Enlace al libro que te digo:
    http://www.bubok.com/libros/833/BAJO-LAS-AGUAS-DEL-EMBALSE-DEL-TRANCO

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  2. vaya, rusa, escribes como una guionista de cine. Le podrías escribir un guión o al menos dar una idea para una película a Martin Scorsese.
    un saludo

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  3. laricp, gracias, ya lo he descargado. lo voy a leer cuando esté de vacaciones e enero )

    Juan, pensaré en ello )))

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  4. Tu estilo de escritura me recuerda a Charles Bukowski o James Ellroy. Directo, sin cortapisas...

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