sábado, 12 de diciembre de 2009

Subbotnik hoy

La idea de subbotnik siempre me parecía muy buena. Fue Exupery quien dijo: "Cuando por la mañana uno termina de arreglarse, hay que hacer cuidadosamente la limpieza del planeta".

En primavera la gente rusa se despierta, se pone ropa de colores alegres, abre las ventanas de sus casas para dejar entrar aire, empieza a sonreír. Cuando se derrite la nieve es cuando se despierta la tierra de nuestro país. Se despierta sucia, llena de botellas rotas, papeles mojados, condones usados, bolsas de plástico.

Hoy toda la limpieza es trabajo de los inmigrantes de Uzbekistan, Kazakstán, Tayikistán y otros países de la ex Unión. Pocos rusos trabajan limpiando calles, los sueldos les parecen una miseria. Es difícil imaginar que hace unos 20 años la gente podía reunirse un sábado para recoger todo lo que se había acumulado, y, además, hacerlo gratis y con buen humor.

Me pregunta Pусофил si todavía celebran los subbotniks en las universidades. Pues sí, pero ya nada es igual. Me acuerdo, cuando hacía mi primera carrera, un día vi un cartel invitando a toda la gente a participar en este acontecimiento. Teníamos también como prácticas trabajo en el campo. Todos los estudiantes en ambas ocasiones trajeron cartas que decían que por motivo de trabajo tal y tal persona no había podido participar... blah-blah-blah. Nuestros padres se dedicaban a escribir estas cartas y poner sellos de las empresas donde trabajaban. Sólo fueron los que no tenían la oportunidad para hacer una carta. No queríamos mancharnos las manos. Sí señores, así de fácil. Es una buena tradición pero que alguien más la siga.

Sin embargo, me gustaría que la tradición volviera. Antes no había tanta basura en las calles, porque la gente valoraba el labor de los limpiadores. Ya no, ya se ríen de los basureros, escupen en el suelo, y al ver a un pobre inmigrante con una escoba de hierro, tiran el cigarrillo justo bajo los pies del limpiador.

La última parte de la historia mafiosa se retrasa hasta mañana. La culpa es de la película "Roma", ya me quedan 5 capítulos. De allí he aprendido que la palabra rusa zar es una forma cambiada de la palabra latina César. ¡Buen fin de semana!

PS. Acabo de darme cuenta que hoy se celebra el día de la constitución rusa. Pues, tengo una pregunta para mis lectores españoles: ¿qué sentís el 6 de diciembre cuando se celebra el día de la constitución española? También tengo una pregunta para mi lectora rusa Elena (o si hay otros lectores rusos, a ellos también): ¿este día tiene alguna importancia para tí? qué sientes?

Y no es ninguna provocación )))

viernes, 11 de diciembre de 2009

Mi ciudad hace años

He encontrado varias fotos de mi ciudad en la red. Me gustaría que las veáis.
1_____1978___________________________________
1 (o 9) de mayo del 1978. No entiendo muy bien si es una demostración de los trabajadores o el desfile militar. Por lo que veo, hay de todo. Me distraen los militares en la primera foto y me hacen pensar que es el día 9 de mayo, pero en la segunda foto hay retratos de Lenin, Marx y Engels, que me hacen pensar que es el día 1. ¿Qué opináis?

1_____1978_______________________________________

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El edificio blanco es el gobierno de la ciudad. En estos años mi padre iba a dormir allí durante las reuniones de la Partía (el Partido Comunista).

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1988, tres años antes de la desaparición de la URSS.

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El 9 de mayo de cada año los veteranos de la Gran Guerra Patriótica se reúnen para celebrar la victoria. Los jóvenes les regalan flores a todos.

Mañana terminaré la historia de mi vecino, os contaré como murió, que pasó con la mujer y que hacen ahora sus hijas.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Historia mafiosa. Segunda parte.

En un día de verano cuando hacía mucho calor, mis padres y yo estábamos en la terraza de nuestra casa de verano. Era la hora de comer, pero nadie quería moverse para preparar algo de comida. Mi madre me estaba haciendo trenzas africanas, mi padre leía un historia policíaca y de vez en cuando exclamaba: "te van a matar, idiota" o "que te maten ya".

De repente los tres oímos un tiro en la casa de los vecinos y un grito insoportable. Así gritan cerdos cuando les cortan la cabeza, lo sé.

"Le han matado", constató mi padre. Nos quedamos un momento sin palabras, sin saber que decir, como comentar lo que pasó. Y, además, el grito no era de un hombre. Los vecinos tenían una perra que en varias ocasiones había mordido a varias personas, así que a lo mejor alguien se venció y mató a la perra.

Al cabo de unos segundos, que nos parecieron una eternidad, vimos a mis dos amigas corriendo hacía nuestra puerta de entrada. Lloraban.

Salí para abrirles y vi que la hermana mayor estaba ensangrentada y la otra estada más pálida que la nieve. "Ayúdanos", dijo la segunda, a mi hermana se le explotó un mechero.

Llamé al hospital para que viniera una ambulancia. Les expliqué la situación y dije a donde ir y me contestaron que no se iban a meter en esto. El coche de mi padre estaba roto. Salí a la calle, paré el primer coche que pasaba, que, por suerte, era de otro vecino que nos conocía a todos. Fuimos a mi casa para recoger a las chicas.

Mi madre le estaba lavando la cara a la hermana mayor. Se veían granos de pólvora en sus mejillas, en su cuello. Faltaba la falange de un dedo en su mano derecha. En las rodillas tenía un bol lleno de la sangre que corría del dedo cortado. Estaba a punto de caerse desmayada, mi padre la sujetaba en la silla. La hermana menor lloraba sin parar.

Luego mi padre la cogió en brazos a la chica herida y la llevó al coche del vecino. Se fueron al hospital. Me quedé en casa, no cupe en el coche, fueron el vecino, dos chicas y mis padres. Pasé un buen rato pensando en lo que pasó después llamé al restaurante de la madre de mis vecinas.

Por la noche, cuando las chicas estaban ya en casa, oí gritos de su casa. El padre le estaba regañando a la hermana mayor: "Te dije que no tocaras nada en la estantería. Eres estúpida y por eso estás como estás".

El mechero estaba preparado para un competidor. La chica limpiaba la casa y vi este mechero. Como en esta casa nadie fumaba, se le ocurrió probar este mechero y, si funcionaba, regalárselo a un chico que le gustaba. Si ella fumara, se habría quedado sin cara.

Durante todo aquel verano me seguía preguntando si el dedo iba a volver a crecer. Le contestaba que no lo sabía hasta que un día me dijo "no va a crecer, no hay hueso".

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Historia mafiosa. Primera parte.

Como muchos niños rusos pasaba las vacaciones de verano en la casa de mis abuelos. Allí es donde tenía amigos de verdad, donde me sentía realmente libre y yo podía ser yo sin tener que hacer caso a mis padres y a mis profesores. Un verano encontré que la casa de un vecino, que siempre había estado vacía, se habitó. Los nuevos vecinos estaban construyendo una casa nueva, una casa enorme, de ladrillo en vez de madera. Eran jóvenes, como mis padres. Tenían dos hijas: una de 5 y otra de 6 años. Yo tenía 8.

Nos conocimos, y como algo natural les pregunté a que se dedicaban sus padres. La madre era directora de un restaurante, me dijeron. "Y vuestro padre?" pregunté.

- Es profesor, dijo una.
- Es conductor, dijo otra.

Luego se miraron y me dijeron "es hombre de negocios". A los 8 años me importaba muy poco a que negocio se dedicaba mi vecino. Era muy bruto, cambiaba coches cada mes, siempre iba rodeado de cuatro hombres, dos se sentaban en el asiento delantero (uno de ellos conducía), mi vecino se sentaba en el centro del asiento trasero, y otros dos hombres se sentaban a su lado. Gritaba mucho (luego supe que simplemente era un poco sordo) y le daba miedo a todo el mundo. La gente hablaba de él y no decía nada de bueno.

A mí no me caía mal. Apenas me hablaba, pero sonreía a veces, sus hijas eran buenas, la mujer era educada y siempre me invitaba a comer a su casa. De todos los amigos yo era la única a la que se permitía entrar. No sé porque tenían tanta confianza en mí. El marido no comía con la familia, siempre se le servía comida en un salón grandísimo y él comía con uno de los guardaespaldas, que era el más fiel.

Pasaban años y años, seguíamos siendo amigas con las chicas, entrar en su casa para mí era algo tan natural como entrar en mi propia casa. Me quedaba a dormir con ellas, pero eran noches sin sueño, porque el teléfono de la casa sonaba toda la noche y mi vecino hablaba en voz muy alta. Conocía a los guardaespaldas, bromeaba con ellos, jugábamos juntos al tenis de mesa o al billar.
Era algo natural estar en el salón de la casa hablando y ver como entraban cinco hombres con armas. Era natural volver a mi propia casa y ver a través de la ventana como llegaban coches de policía (milizia), de donde salían docenas de personas con máscaras y ametralladoras y se dirigían hacia la casa de los vecinos. Al día siguiente las chicas decían que su padre se había marchado de vacaciones. Nunca les hice ningún comentario sobre su padre.

La gente decía que tenían un pasillo en el sótano que llevaba de la casa hacia un escondite secreto. No vi ningún pasillo, ni laberinto, ni nada. Vi sacos de patatas guardadas para el invierno, vi muebles que ya no les servían, vi armas. Creo que si hubiera existido este pasillo, mi vecino no habría tenido que irse de vacaciones tantas veces. Sin embargo, las vacaciones no duraban mucho. Al día siguiente de su desaparición, se reunía el consejo de familia. Se reunía el dinero del clan y se elegía una persona para ir a hablar con el dueño del hotel a donde le llevaban a mi vecino. Solía salir al cabo de una semana o dos.

Yo aprovechaba mucho mi situación tan privilegiada. Si llamaba al taxi, no tenía que decir mi dirección. Decía "quiero un taxi a la casa de N." Sí iba a una discoteca con las chicas, jamás pagábamos la entrada. Además, ningún tío guarro se atrevía a tocarnos. Si aparecía alguien de otro pueblo que no sabía quienes eramos (eso sólo pasó un par de veces, ya que toda la provincia sabía quien era mi vecino), llamábamos a los guardaespaldas.

Cuando yo tenía 16 años, mis amigas - 14 y 13, el poder de mi vecino empezó a desvanecer. Me di cuenta de que la cosas ya no eran como antes cuando al entrar en la discoteca del pueblo, un hombre desconocido nos paró en la puerta y dijo "a pagar".

- Sabes, quienes somos? - le pregunto la mayor de las hermanas.
- Me importa un bledo, - contestó tranquilamente. - A pagar.

Así empezamos a convertirnos en simples mortales.

Mañana seguiré contándoos la historia de esta familia. Repito que la segunda parte va a ser dura, pero la voy a contar tal y como pasó. Si a alguien no le gustan cosas crueles, que no la lea.

martes, 8 de diciembre de 2009

Entre paréntesis

Mis queridos españoles, que lengua tan tramposa tenéis...

Quien hubiera pensado que "meter caña" y "meter la caña" son cosas tan distintas...

Mi ciudad, ya que es una ciudad. Tercera parte.

Uno de mis lectores anónimos me citó la wikipedia:
La Conferencia Europea de Estadística de Praga considera como ciudad una aglomeración de más de 2.000 habitantes siempre que la población dedicada a la agricultura no exceda del 25% sobre el total. A partir de 10.000 habitantes, todas las aglomeraciones se consideran ciudades.

Así que mi pueblo es una ciudad de verdad, tiene más de 100.000 habitantes y la población no se dedica a la agricultura. Se dedica a la enseñanza. El lema de la ciudad dice "nosotros enseñamos volar a los aviones", y es pura verdad. Los aviones militares rusos se prueban en mi ciudad. Hay un tanto por ciento de habitantes que mueren probando aviones. He conocido a varios. Yo no sé mucho de aviones. Sé como vuelan, sí porque no se caen, pero lo que realmente me gustaría saber es porque a veces sí se caen aunque no deben. Creo que no soy la única a quien le interesa saber eso.

Pero iba a dedicar esta entrada al ferrocarril infantil. En mi ciudad desde hace 70 años existe un linea de tren donde sólo trabajan niños (de 11 a 17 años). Cuando tenía 11 años, todos mis amigos fueron a trabajar en el tren, todos, menos yo. Mis padres me lo prohibieron y cuando les dije que quería aprender algo interesante que me podía servir para algo en el futuro, me compraron un manual de inglés.

Es una carrera de 5 años, se supone que los alumnos practican en el tren o en las estaciones. Después de un par de meses de estudios casi todos mis amigos lo dejaron. Lo único que se permitía a los menores de 15 años era limpiar estaciones y vender billetes. Una desilusión horrible... yo, con mi manual de inglés (cabreada con los padres y llena de envidia) por fin pude decirles "suponía que iba a ser así, por eso no fui con vosotros". Creo que de todas formas es un proyecto interesante, cada verano que voy a Rusia, me doy la palabra de hacer un viajecito en este tren, pero hasta ahora no lo he hecho.



Era mala, y, además, protestona. A los 14 años hice que despidieran a una profesora. Hasta hoy estoy muy orgullosa de esta victoria. Era profesora de inglés y no me aguantaba. Cuando aprendí de memoria "adieu, adieu! my native shore" de Byron para una clase de lectura, me dijo que con un acento tan terrible no se podía citar a Byron. Cuando un alumno hacia dos errores, le ponía una nota buena y a mí, por la misma cantidad de errores, me ponía una mala. Si yo leía en clase, me decía que yo tenía que aprender a leer. Un día me sentí tan agobiada, que le dije que era una hija de puta y que las frustraciones de una tonta con bigote no tenían que convertirse en mis frustraciones. Me echó de la clase y me prohibió volver sin mis padres y sin el director. Fui al despacho del director y le conté todo lo que me había pasado. Me sorprendió mucho, pero el director me creyó. Vieron mis notas de inglés que eran muy, pero muy bajas, vieron las notas de las demás asignaturas que eran muy buenas y me hicieron pasar por un examen. Había tres profesores de inglés, el tutor de mi grupo, el director y un psicólogo. Aprobé el examen con la nota de sobresaliente. La profesora fue despedida.

Otros profesores me tenían mucho cariño aunque se cabreaban conmigo. Me encantada buscar errores en su trabajo. La profesora de literatura rusa nos dijo una vez que de toda la Unión Soviética, los mejores escritores son de la etnia rusa. La corregí que, por ejemplo, Nikolay Gogol era ucraniano, Shota Rustaveli era georgiano, Pushkin apenas era ruso por una simple razón - era negro. Me echó porque me atreví a discutir su opinión. En lo demás era una profesora buenísima que me enseño a escribir bien y me ayudó a publicar mis primeros relatos en un periódico.

La profesora de biología me echó porque la pregunte dónde en el póster del cuerpo humano se situaba el clítoris. De verdad me interesaba, tenía 10 años y cuando mis padres no estaban en casa, leía "Emmanuelle".

La profesora de historia me echó porque hice llorar a una compañera mía. Pero no fue culpa mía, la pobre me dijo que odiaba a los judíos y la pregunté si odiaba a Jesucristo también. "Como puedes comparar a Jesús con los judíos?", me dijo. "Porque era judío", la conteste, y se echó a llorar repitiendo "que no, era ruso!" La chica desde entonces tiene mucho cuidado con el nacionalismo y antisemitismo, a propósito.

También me echaban porque me vestía como me daba la gana, no recogía el pelo, y bostezaba durante las explicaciones del material nuevo. El día de mi graduación del colegio, los profesores lloraban. Espero que les daba lastima despedirse de mí.

PS: a finales de los años 90 al cura de la iglesia de Ramenskoye, lo echaron del trabajo. En su libreta profesional (cada ruso tiene su propia libreta donde se apunta la experiencia profesional) como motivo pusieron "profesionalmente inútil". Esto ya no es lo que vi, es lo que me contaron las abuelitas que trabajaban en esta iglesia cuando un día fui a ver como estaba todo.

Mañana y pasado mañana os contaré una historia mafiosa. La primera parte va a ser para todos, pero no recomiendo que las personas sensibles y mujeres embarazadas lean la segunda. va a ser un poco dura.

Gracias por vuestro apoyo, me da mucho ánimo ver que os interesa lo que cuento. Si os interesa un tema especial sobre mi país o sobre mi visión de España, preguntad. Si queréis corregirme o añadir algo a lo que escribo, bienvenidos.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Mi pueblo. Segunda parte

Mi pueblo fue construido en los años 40 del siglo pasado. Los viejos de allí dicen que lo construyeron los prisioneros militares de la guerra, pero no he encontrado la comprobación en los fuentes de información. Los edificios del casco viejo en su apariencia se parecen a los edificios que he visto en Alemania, y la arquitectura no se parece a la de la época de Stalin. Wikipedia dice que los primeros edificios aparecieron antes de la guerra, pero a mí me gusta más la versión popular. Es más romántica, aunque también es más cruel.

Hasta hace unos 15 años no había iglesias ni catedrales en este pueblo, las más cercanas estaban en un pueblo cercano y en Ramenskoye. La de Ramenskoye durante la guerra se usaba como almacén de armas. Luego la restauraron, mi padre participó en la restauración. Contaba que encontraron muchas armas en los sótanos y las tiraron todas al un lago cercano. El sacerdote de esta iglesia a principios de los años 90 vendía vídeos (reproductores VHS), no sé quien se los daba para vender. El primer vídeo que teníamos en casa, nos lo vendió él. Cuando le construyeron una dacha (casa de campo) a este sacerdote, pagó a los obreros en rublos. En billetes de un rublo, quiero decir. Para entenderlo un poco mejor, en aquella época un billete de un rublo era precisamente lo que daban los feligreses para la iglesia. Lo he visto, no lo invento ni es lo que me contaron.

En la misma época el mismo sacerdote le vendió otro vídeo a un familiar mío. El tío, vaya, de verdad era mi tío segundo, puso un cable de antena por todo el bloque donde vivía y cada noche a las 9 ponía películas de los EEUU. Con este cable todo el bloque se conectaba a ver estas películas. Cobraba una pasta.

En mi pueblo sólo había una tienda de regalos donde sólo una persona hablaba inglés a nivel how do you do? - five roubles - thank you. Esta señora ganaba más que todos por la propina que le dejaban los extranjeros (acompañados por los tíos de la KGB, por supuesto). Había un supermercado donde vendían embutidos de buena calidad (hecho de menos este sabor). En aquella época comíamos caviar. Nos lo podíamos permitir. Y, además, no estaba prohibido como ahora.

Pero lo mejor de mi pueblo era el ferrocarril infantil, el sueño de mi niñez. Os contaré este sueño en mi siguiente entrada.

También contaré porque los profesores me echaban de la clase y que injusticias sufría por la pasión por la belleza. Seguid leyendo...

domingo, 6 de diciembre de 2009

Mi pueblo

Me resulta un poco difícil decir "pueblo" cuando hablo del lugar donde crecí, porque en ruso sólo hay dos palabras básicas para municipios: son gorod (ciudad) y derevnya (pueblo). La segunda palabra se refiere a un municipio periférico, donde las casas son de una planta y todo esto está en el campo. Cualquier otro municipio es gorod. Así que traduciendo, me siento un poco molesta por la necesidad de llamar pueblo lo que en mi lengua yo llamaría ciudad. Luego, claro, hay otras palabras, como gorodok, selo, posyolok, pero se usan mucho menos, dejando que todo se divida en blanco y negro: ciudades y pueblos.

Nací en Moscú, pero no hay ninguna prueba. Mis padres vivían en un municipio a unos 50 kilómetros de la capital. Para evitar colas en los registros civiles de Moscú, me registraron como nacida en este municipio, en este pueblo periférico. Así que me convertí en lo que los moscovitas llaman "zamkadysh". Mkad es la carretera circular de Moscú, la que rodea toda la ciudad. Como los precios de parcelas comerciales en el lado interno de la Mkad son mucho más altos que de las parcelas del lado externo (lo que ya no es Moscú), la mayoría de tiendas Ikea, Leroy Merlin y otras se construyen en el lado externo. En un libro ruso, se hacía la pregunta "Hay vida fuera de la Mkad?", y desde allí vino el nombre (ofensivo, por supuesto) zamkadysh: los de fuera de la Mkad.

Pues, yo soy de los zamkadysh. Soy de un pueblo que en su época era cerrado. Es decir, si pillaban a un extranjero en el territorio de este pueblo, en este mismo momento lo juzgaban como espía. Un extranjero (no un turista, los turistas ni siquiera sabían que tal sitio existía, supongo, me refiero a los científicos, diplomados, militares) necesitaba un permiso especial y iba acompañado por los mejores tíos de la KGB.

Ahora lo siguen cerrado cada dos años durante una semana por motivos de una exposición. No lo cierran del todo, pero para entrar con un coche, hay que enseñar el pasaporte con el sello del padrón o el permiso para entrar. No lo cierran por el miedo de los espías extranjeros, al revés, el pueblo está tan lleno de extranjeros, que los encierran para proteger de los terroristas. Como cambian las cosas...

sábado, 5 de diciembre de 2009

Sabio vs maduro

Mi mensaje de bienvenida (y al mismo tiempo el texto de publicidad) ha causado una discusión bastante desagradable en un foro de amantes de Rusia debido a la palabra "sabia" que he usado.

Pues, resulta que me equivoqué. De ninguna forma quería decir que los españoles sois todos tontitos, y yo soy la única sabia en este país. Me refería a la experiencia que tengo. Nada más.

Por lo cual pido perdón a los que se han ofendido y cambio, donde puedo, la palabra exagerada por otra: "madura" y me comparo con las personas de mi edad, no con las personas verdaderamente respetables en su sabiduría.

El recuerdo más dulce de la URSS

Muchos fines de semana mi padre y yo íbamos a un parque de atracciones. Mi madre trabajaba mientras, y sin ella lo pasábamos en plena armonía y paz. Mi padre era mi mejor amigo.
Los parques de atracciones rusos no son como los que veo aquí, agobiantes, llenas de gente y basura que dejan tirada por todos los lados. Allí, en mi primera vida, primero eran parques y luego de atracciones.
Paseábamos, charlábamos tranquilamente, soñábamos de mi vida futura (mi padre tenía muchas esperanzas), disfrutábamos del día.
Todo hasta llegar a un punto de venta de gaseosa.

Eran maquinas inmensas siempre con un vaso de cristal que se podía lavar en la misma máquina. No nos gustaba usar el vaso de todos. Siempre llevábamos uno plegable de plástico y nos llenábamos de gaseosa primero con jarabe dulce, luego sin. Sólo después de haber paseado un buen rato, de habernos hinchado de gaseosa hasta tener hipo, íbamos a las atracciones. Pasábamos un día entero en el parque y cuando anochecía, volvíamos a casa para guardar en secreto todas las vivencias de este día, para que fueran nuestros momentos de felicidad, nuestros y de nadie más.

Ya no hay estas máquinas, ya no está mi padre conmigo, pero mis dulces recuerdos seguirán vivos hasta que me muera yo. El parque de atracciones también sigue funcionando. Se llama Izmailovky Park de Moscú.